Lectura fácil: democracia lectora e integración social
La lectura fácil consiste en adaptar textos, tanto en su lenguaje como en el formato en que se presentan. Está dirigida a un amplio colectivo, desde personas con una escolarización deficiente hasta pacientes con dislexia o discapacidad intelectual.
Muchas personas tienen, por diversas causas, dificultades de lectura o de comprensión lectora. En algunos casos, esas dificultades son transitorias: personas que comienzan a leer en la adultez, jóvenes con una escolarización deficiente, inmigrantes que aún no dominan el idioma del lugar adonde han llegado. En otras situaciones, tales dificultades son permanentes: discapacidad intelectual, trastornos neuropsicológicos, problemas como dislexia, afasia, etc.
Destinado a ese colectivo -el cual, según distintos organismos dedicados a la materia, representa hasta un 30% de la población española- se ha desarrollado la llamada lectura fácil, una manera de adaptar los textos de modo tal que esas personas puedan acceder a ellos. Es decir, una forma de ayudar a que quienes normalmente no pueden leer sí puedan hacerlo.
La historia de la lectura fácil empieza en Suecia hace más de medio siglo. En 1968, la Agencia Sueca de Educación creó el Centro de Lectura Fácil, el cual publicó, ese mismo año, el primer libro que siguió esta metodología. En los años setenta se expandió en los países nórdicos, pero a España llegó apenas en 2002, con la Asociación Lectura Fácil en Barcelona. Desde entonces, poco a poco, ha ido ganando terreno en nuestro país.
La Asociación Española de Normalización define la lectura fácil como un "método que recoge un conjunto de pautas y recomendaciones relativas a la redacción de textos, al diseño y maquetación de documentos y a la validación de la comprensibilidad de los mismos, destinado a hacer accesible la información a las personas con dificultades de comprensión lectora".
Democracia lectora e integración social
En palabras de Blanca Mata Fauri, promotora de la asociación Lectura Fácil Euskadi, se trata de "una herramienta que permite que personas con dificultades lectoras o de comprensión lectora puedan tener ese acceso a la lectura como placer o como fuente de información, lo cual le permite su integración social y su participación activa en la sociedad". Por lo tanto, añade, "es una forma de dar respuesta al principio de democracia lectora, es decir, al hecho de que todas las personas deben tener acceso a la lectura, a la cultura y a la información".
Y es que la lectura "no solo es un derecho, sino que permite el ejercicio de otros derechos", como expresa Óscar García Muñoz, especialista en accesibilidad universal, en su libro ‘Lectura fácil: métodos de redacción y evaluación’, publicado por el Real Patronato sobre Discapacidad y el Ministerio de Sanidad en 2012. Entre esos otros derechos se encuentra el de participación "para tener la opción de influir en decisiones que pueden ser importantes para su vida, así como la posibilidad de desenvolvimiento autónomo".
"Hablar de accesibilidad a los contenidos escritos significa no solo hablar de acceso a la literatura, los diarios o las enciclopedias y libros de texto -enfatiza García Muñoz-, sino también a la legislación, los documentos administrativos, los informes médicos, los contratos y cualquier otro texto de la vida cotidiana". Es decir, no se trata de posibilitar el acceso a la lectura solo por una cuestión de placer: la importancia de entender los textos escritos es trascendental en el mundo de hoy.
¿Cómo son los textos de lectura fácil?
Los textos de lectura fácil pueden producirse de dos formas. Una es adaptar textos "normales" a este formato: así es como existen, por ejemplo, versiones de Shakespeare, García Lorca, Ibsen, Jane Austen, etc. La otra es directamente escribir textos originales que respeten las características de la lectura fácil.
¿Cuáles son esas características?
Existen unas Directrices para materiales de lectura fácil, publicadas en 1997 -y revisadas en 2010- por la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA, por sus siglas en inglés). Allí se establecen algunas recomendaciones generales que deben seguir los textos de lectura fácil. En cuanto a lenguaje y contenido, se enumeran las siguientes:
• Escribir de forma concreta, evitar el lenguaje abstracto.
• Procurar que las acciones sean directas y simples, que sigan un hilo de continuidad lógica y cronológica, y no involucren a demasiados personajes.
• Ser conciso y evitar que una misma oración incluya varias acciones.
• Utilizar tipografía grande y clara, y no más de dos tipos de letra en mismo documento.
• Las metáforas y otras figuras retóricas se pueden usar, pero de forma moderada. Las palabras difíciles deben tratar de evitarse, pero es importante recordar que la lectura fácil no es lo mismo que una adaptación infantil: si el libro es para adultos, el lenguaje debe ser "adulto y dignificante". Para las palabras poco comunes, la sugerencia es "explicarlas a través de pistas contextuales".
En cuanto al diseño y la maquetación, lo que se debe procurar es que la superficie de lectura sea "limpia y atractiva". Lo más apropiado es que cada página tenga un número limitado de líneas de texto y que cada frase se interrumpa (para pasar al renglón de abajo) en un punto natural de interrupción del discurso.
Por otra parte, los márgenes anchos e interlineados generosos "convierten un texto en más accesible". Lo mismo sucede con el llamado texto en bandera, es decir, alineado a la izquierda y no justificado a ambos márgenes. Las ilustraciones, por su parte, tienen que relacionarse con el contenido y, si se dirigen a adultos, evitar el estilo infantil. "Un libro de lectura fácil debería parecer un libro ‘de verdad", apuntan las pautas de la IFLA.
Objetivos y desafíos de la lectura fácil
La lectura fácil todavía está dando sus primeros pasos en España. Según Blanca Mata, "la principal dificultad a la que se enfrenta la lectura fácil es el desconocimiento". La especialista destaca que en nuestro país aún no existe la conciencia de que esta es la respuesta a una necesidad. "El concepto de accesibilidad está muy extendido en los países desarrollados como el nuestro -apunta-. Está bastante interiorizado que la accesibilidad en cuanto a lo físico, a las barreras arquitectónicas, es algo necesario y un derecho de las personas. Pero no lo está su otro aspecto: el de la accesibilidad cognitiva".
Por ello, Mata remarca que, así como hoy nadie cuestiona la necesidad de que la información se difunda en braille para las personas ciegas o en lengua de señas para personas sordas, se debería normalizar la existencia de textos en lectura fácil para las personas con dificultades lectoras. En 2015 se publicó la Constitución Española en Lectura Fácil, un proyecto realizado por el Real Patronato sobre Discapacidad y la empresa Dilofácil, presidida por Óscar García Muñoz. Pero la oferta de textos adaptados de esta forma, tanto literarios como informativos o jurídicos, todavía resulta escasa.
Por ello, una de las principales búsquedas es que más escritores y editoriales acepten que sus obras se puedan adaptar para la lectura fácil, algo que en los países nórdicos es normal pero que aquí todavía genera retiencias. Y también está el desafío de que el desarrollo sea más homogéneo, ya que, mientras en Cataluña, Madrid o el País Vasco hay iniciativas que llevan varios años abriendo el camino de la lectura fácil, en otras regiones este sigue siendo un terreno inexplorado.
"Nuestro objetivo -afirma Blanca Mata- sería convertirnos en un país como Suecia, que es un espejo donde mirarnos en el tema de la literatura adaptada y en cuanto a cómo tienen interiorizada la importancia de hacer la información accesible a la ciudadanía en cualquier ámbito que afecte la vida de las personas".
Fuente: www.eldiario.es
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